Patricia Hernández Castillo tiene 58 años y es una vecina de la comuna de San Ramón en la Región Metropolitana. Ella a principios de este año 2022 comenzó a utilizar un audífono para sordera del IRV, luego de 39 años de un grave problema para escuchar en uno de sus oídos. Todo comenzó cuando ella tenía 19 años y vivía en Buenos Aires en aquel tiempo.
"De niña sufrí muchas otitis y cuando entré en la adolescencia siempre me dolían los oídos, pero a los 18-19 años se me reventó el oído izquierdo. Un día llegué del trabajo, me acosté como de costumbre y tipo 3 o 4 de la mañana me desperté con un zumbido. Era como cuando tú sientes venir el tren, eso sentía en mi cabeza. Me siento en la cama y el oído explotó en sangre. No podía ni abrir la boca porque me dolía todo el lado. Me fui al hospital a ver lo que había pasado y cómo aliviar el dolor. En ese entonces yo vivía en Buenos Aires y el médico me dio remedios", parte recordando doña Patricia.
Tras esta situación, desde el recinto asistencial la enviaron a realizarse un lavado de oídos, que ella no se hizo porque "era demasiado el dolor que yo sentía". Décadas después llegaría al IRV y al contar esta historia se le explicó que "el lavado de oído se hace cuando está tapado, pero en este caso no lo estaba. Lo que pasó fue que se rompió el tímpano".
Hernández no tiene problemas en afirmar que tiene "bastante rechazo a ir al médico. Tengo terror al dolor, a que me duela. Así pasaron los años y en mi oído izquierdo yo no escuchaba nada".
A partir de esto rápidamente surge la pregunta referente a cómo lo hacía en su día a día para comunicarse o incluso caminar sin miedo a no escuchar un automóvil al cruzar la calle. La táctica que tenía era: "Miraba a la gente a la cara cuando te hablan, porque aprendí a leer lo que estaban diciendo con el movimiento de la boca. Pero lo que pasa es que no todas las personas tienen la precaución de modular bien. Entonces muchas veces no me integraba a conversaciones por temor a que se rieran", explica.
"Yo me aislaba, me iba sola, no compartía, porque me daba vergüenza. La gente se ríe porque es tan ignorante que no sabe el daño que hace al reírse de alguna deficiencia que tú tienes que para mí era una discapacidad".
Su estrés era de tal nivel que pensó en comprar un audífono cualquiera para así "alivianar un poco no escuchar", pero no fue lo hizo y fue hasta después de que ella tuvo COVID el año 2020 que decidió tomar cartas en el asunto: "fue peor porque, de hecho, no escuchaba nada, solo con el derecho".
Así fue como dio con el IRV un día que estaba viendo internet y vio una publicación que ofrecía una audiometría gratuita: "Entonces le pregunté a mi hermano en qué consistía la audiometría, porque él también usa audífonos -nosotros somos dos hermanos que desde niños vivimos con otitis-, él me dijo que fuera tranquila y que no me iba a doler. Entonces me atreví, fui, encontré genial la atención y más aún que te atienden por FONASA, eso es lo que más me gustó porque, todo lo que es especialidades son bonos muy altos, muchas veces no cuentas con los recursos para hacerlo".
Durante todo el tiempo entre que ella tuvo 19 y 58 años, es decir, 39 años, no realizó ninguna atención médica o fonoaudiológica por su audición. Su salud y calidad de vida ahora iba a cambiar para siempre al llegar al IRV.
"ME DI CUENTA QUE LA GENTE CON DISCAPACIDAD SUFRE MUCHÍSIMO"
Como se señaló anteriormente, la principal herramienta que tenía Patricia para desenvolverse era la lectura de labios, sin embargo, no siempre resultaba eficiente y ante esos casos ella debía solicitar que le repitieran la frase, una acción que puede sonar simple pero que puede acarrear un mal momento para quien tiene dificultades auditivas.
"Porque no toda la gente te entiende, porque tú le dices ¿cómo? ¿me puede repetir? Hay mucha gente que se molesta. O cuando te hablan y tú si no escuchaste y por miedo a la reacción no le dices que te repita, entonces no contestas, la gente se molesta. Mucha gente se molesta y mucha gente se ríe. Te hacen drama muy pesados", expresa con un dejo de angustia, seguramente acumulada por experiencias propias.
Las consecuencias parecen ser complejas de llevar, porque se pierde gran parte de la vida social: "Yo me aislaba, me iba sola, no compartía, porque me daba vergüenza. La gente se ríe porque es tan ignorante que no sabe el daño que hace al reírse de alguna deficiencia que tú tienes que para mí era una discapacidad", detalla doña Patricia.
En cuanto a su trabajo, ella prefirió la alternativa del silencio, es decir, no informar que tenía hipoacusia, esto basado en que algunos trabajos pueden generar ciertas complicaciones, por lo cual "No, nunca les dije. Traté de ocultarlo porque tú entiendes que a veces en los trabajos se complican porque tu no escuches. Pero cuando se daban cuenta no me decían nada. Trataban de repetirme las cosas".
No así con su familia, núcleo donde estaban al tanto de su situación: "Sí, mi familia sabía toda. Pero nadie más, porque tú sabes que la gente se ríe o hace bromas tontas. En mi casa somos tres personas y siempre me repetían y cuando no era algo de suma importancia me decían: ´No, mamá, no te preocupes, no era nada importante´.
"Lo único que quería era volver a estar activa, volver a trabajar y para eso yo tengo que estar bien. Para poder integrarme a mi trabajo necesitaba estar bien. Y comencé con la audiometría que era un tema ahí estancado hace muchos años".
A pesar de esa simpatía y acogedora familia, fuera del nido íntimo las personas pueden llegar a ser ofensivas con la discapacidad. Esto llevó a reflexionar a Patricia lo siguiente: "Después de que me di cuenta de que yo era sorda de un oído, me di cuenta de que la gente con discapacidad sufre muchísimo. El ser humano es muy cruel. Últimamente, pienso que estamos volviendo a la era de los cavernícolas. En realidad el ser humano se ha transformado tanto que da susto".
De hecho, cuando tenía trámites se le complicaba porque el volumen del habla era bajo o bien porque objetos como ventanillas impedían escuchar, sin mencionar que la mascarilla la dejó sin la posibilidad de la lectura de labios.
"LO ÚNICO QUE QUERÍA ERA VOLVER A ESTAR ACTIVA"
Emocionalmente, doña Patricia atravesó distintas mentalidades respecto a su condición auditiva. Cuando era más joven no era tan complejo de llevar, sin embargo, a medida que comenzó a llegar a cierta edad, aquellas bromas o comentarios que antes eran chistosos dejaron de serlo. Tuvo menos tolerancia o quizá, simplemente, se hizo más sensible: "Deja de ser grato compartir muchas veces. Yo soy una persona de muy pocos amigos. Soy muy poco de sociabilizar en un grupo porque tenía problemas de audición. Prefiero quedarme en mi casa o donde yo me sienta bien", dice ella.
Sin embargo, todas estas situaciones que la tenían alejada de la comunicación y una vida social activa, fueron las que empezaron poco a poco a motivarla para hacerse un chequeo auditivo. Esto, sumado al hecho decisivo de que le dio COVID el año 2020, quedando internada y resentida por la enfermedad, por lo tanto, al salir y recuperarse: "Lo único que quería era volver a estar activa, volver a trabajar y para eso yo tengo que estar bien. Para poder integrarme a mi trabajo necesitaba estar bien. Y comencé con la audiometría que era un tema ahí estancado hace muchos años".
"Me siento más incluida en las conversaciones, ha sido mucho mejor. Perdí mucho tiempo, debí hacerlo antes, pero yo sé que cada ser humano tiene su proceso. Para mí este era el momento".
Al tratarse en el IRV llegó con "tantas expectativas y ganas" de que su problema fuera resuelto, aunque fuera solo un poco, que cuando vio el anuncio por internet, llamó al teléfono que allí aparecía y agendó una hora gracias a la secretaria: "Yo sabía que era gratis que eso me alivianó más todavía. Fui con tanta esperanza. Me atendió una niña demasiado amorosa y cercana. Me sentí totalmente acogida y apañada. Yo sabía que ahí me iban a solucionar el problema. Eso es lo que me pasó yendo al IRV. Encuentro que es un lugar donde puede acceder cualquier persona".
Hoy en día doña Patricia goza de múltiples beneficios gracias a su audífono para sordera IRV, por ejemplo, ahora lo ocupa en su trabajo, aunque, "claro que al no escuchar por tanto tiempo, el ponerte el audífono y escuchar hasta la señora que va en el primer asiento uno se siente sorprendida".
De hecho, al inicio no se ponía la prótesis auditiva para transportarse en el metro. Todo fue progresivo para ella, primero fue en su casa, y poco a poco lo fue ocupando más en la calle, hasta que un día fue al Centro Auditivo IRV de Providencia con el artefacto puesto: "Es como cuando tú te pones lentes porque tú visión no está siendo la mejor y puedes ver, es algo maravilloso, de verdad que para mí ponerme el audífono lo fue".
PERDÍ MUCHO TIEMPO, DEBÍ HACERLO ANTES
Fue impactante escuchar, dice Patricia, aludiendo a la gran cantidad de ruido que hay en las ciudades: "Uno a veces dice, igual, para qué escuchar tanto si el ser humano habla tanta estupidez, que mejor no escuchar, pero sí es importante escuchar. De verdad que me cambió la vida. De hecho, hablo más bajo, porque cuando tú no escuchas, no aprecias el volumen de tu hablar".
Para ella lo importante de volver a escuchar tiene un componente de "ponerse en los zapatos de las demás personas", refiriéndose a que por ejemplo, cuando está en el trabajo y tenía que conversar por teléfono, solía emplear un volumen de voz muy alto, que seguramente molestaba a sus compañeros laborales. Ahora, hoy: "Me siento más incluida en las conversaciones, ha sido mucho mejor. Perdí mucho tiempo, debí hacerlo antes, pero yo sé que cada ser humano tiene su proceso. Para mí este era el momento", comenta alegremente.
Consultada por si recomendaría el centro auditivo de IRV Providencia, doña Patricia dice que a todas las personas que saben que ella utiliza audífonos, les ha señalado que el IRV "es un muy buen lugar para ir y que te solucionen el problema de la audición. Lo recomendaría a ojos cerrados, porque, en primer lugar, la atención es genial. La niña que atiende es un amor acá en Providencia. A mí en lo personal me trataron muy bien".
"Todos los controles son gratuitos y eso es genial. He ido a un control, pero la niña me dijo que eran gratuitos y eso es muy bueno. Bueno esto es para siempre, voy a tener que seguir yendo al IRV. Si alguien me pregunta, yo lo voy a recomendar a ojos cerrados", termina de comentar.
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