En la actualidad, Chile es considerado uno de los países más envejecidos debido al incremento de la población de adultos mayores. En específico, según lo establecido por el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), existen 2,6 millones de personas sobre los 60 años, lo cual es equivalente a un 15,6% de la población total. Es por ello que es necesario establecer un foco prioritario en cuanto a sus necesidades y la pérdida de posibles habilidades que se van deteriorando producto del mismo envejecimiento.
En este sentido, la prevalencia de enfermedades crónicas dependientes de la edad son un factor relevante, en particular, aquéllas que se relacionan con los órganos de los sentidos y se configuran como un serio problema de salud pública. En este contexto cobra relevancia uno de los sentidos más importantes para la comunicación, que es la audición. Según la Encuesta Nacional de Salud (ENS) 2009-2010, la prevalencia de la pérdida auditiva en el grupo de adultos mayores (65 años o más) asciende a 52,4%, siendo mayor la proporción de hombres (58,5%) que lo reportan, en comparación a las mujeres del mismo grupo etario (48%).
La hipoacusia no es sólo una pérdida auditiva, sino que también, implica de forma considerable una merma en la calidad de vida de quien lo o la padece. La pérdida auditiva afecta significativamente la comunicación, generando como consecuencia una restricción en la interacción social en ellos y ellas. Algunos estudios establecen la existencia de posibles alteraciones emocionales, disminución de su confianza, la autoimagen, siendo asociada con sentimientos de frustración, soledad, ansiedad, paranoia, confusión emocional y una menor capacidad de autocuidado. Por otro lado, según una investigación efectuada en Chile, los adultos mayores que presentan problemas auditivos evidencian un mayor riesgo de desarrollar deterioro cognitivo y, en consecuencia, una mayor probabilidad de desarrollar demencia (Petermann y cols, 2019).
Lo anteriormente mencionado implica que la disminución de la capacidad auditiva se configura como un factor de riesgo para el funcionamiento cognitivo. Es por ello, que, cobra relevancia establecer una continua estimulación del sistema auditivo, como búsqueda de una forma de prevenir las consecuencias asociadas a las dificultades auditivas, sobre todo considerando todos los aspectos mencionados con anterioridad, los cuales afectan directamente en el bienestar emocional y social de los adultos mayores.
La implementación de ayudas técnicas auditivas es una posibilidad de preservar la estimulación del sistema auditivo y evitar la presencia de aquellas alteraciones que puedan afectar la vida de una persona. En este sentido, si bien, la evidencia científica aún presenta ciertas limitaciones, desde la concepción de la audiología, cada vez más se tiene una mayor convicción de que el uso precoz de estas ayudas técnicas (audífonos/implantes) y la consiguiente rehabilitación auditiva puede frenar el deterioro auditivo y cognitivo que se deriva (Miller, Miller, Marrone, Fain & Jacob, 2015). Asimismo, existen estudios que establecen que, luego del uso de , al menos, 6 meses de uso de ayudas técnicas auditivas en sujetos que presentaban depresión, los síntomas depresivos disminuyeron en un 28% para los usuarios de audífonos y un 31% para los usuarios de implantes cocleares (Johns Hopkins, Universidad de Oklahoma, Universidad Drexel).
En conclusión, continuar con la estimulación auditiva mediante uso de ayudas técnicas es una posibilidad de preservar aspectos auditivos, cognitivos, sociales y emocionales. Por esto es que cobra relevancia instaurar conciencia en los adultos mayores y sus familias respecto a la presencia de alteraciones en sus sistemas auditivos. De este modo, instaurar el uso de ayudas auditivas o potenciar el uso en aquellos que ya lo utilizan, ya que es común la presencia de dificultades de adherencia en su uso.
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