El desafío silencioso: Salud auditiva en un mundo que envejece

Uno de los fenómenos demográficos más significativos del siglo XXI es el envejecimiento poblacional, ya que, a nivel mundial, el aumento sostenido de la esperanza de vida y la disminución de la tasa de natalidad ha llevado a que un gran porcentaje de la población esté compuesto por personas mayores de 60 años. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), para el año 2050 se estima que más de 2 mil millones de personas en el mundo tendrán más de 60 años, lo que representa casi el 22% de la población mundial. Este cambio trae consigo múltiples desafíos en salud pública, siendo la salud auditiva uno de los que traerá mayor impacto.

La pérdida auditiva relacionada con la edad, también conocida como presbiacusia, es una condición progresiva y común en la población mayor. Se estima que más del 60% de los adultos mayores de 60 años presentan algún grado de pérdida auditiva, lo que puede afectar gravemente su calidad de vida. Esta condición no solo dificulta la comunicación, sino que también se asocia con aislamiento social, deterioro cognitivo, depresión y un mayor riesgo de demencia.

En Chile, se ha experimentado un rápido envejecimiento de su población: según proyecciones del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en 2025, cerca del 20% de los chilenos tendrá más de 60 años. Esto plantea retos urgentes en términos de atención integral a las personas mayores, y entre ellos, la detección, tratamiento y seguimiento de la pérdida auditiva. A pesar de que existen iniciativas como el programa GES que cubre la hipoacusia del adulto mayor, aún hay brechas importantes en el acceso oportuno a diagnóstico audiológico, dispositivos y rehabilitación auditiva.

El desafío es aún más complejo si consideramos las barreras sociales y culturales. Muchas personas mayores normalizan la pérdida auditiva como parte del envejecimiento y no buscan ayuda, mientras que otras no tienen acceso a profesionales capacitados o ayudas auditivas. Además, los audífonos suelen tener un alto costo, y en muchos casos, no se adaptan bien a las necesidades individuales del usuario, provocando que muchas personas deserten del uso de sus audífonos.

Frente a este panorama, se vuelve fundamental fortalecer la educación en salud auditiva, promover campañas de sensibilización y facilitar el acceso a tecnologías auditivas accesibles y de calidad. La salud auditiva no debe ser vista como un lujo, sino como un derecho que garantiza la participación social, el bienestar emocional y la autonomía de las personas mayores.

Si bien se deben fortalecer ciertos sistemas a nivel de prevención, detección y tratamiento de las pérdidas auditivas a nivel mundial y nacional, como persona también debemos conocer ciertos síntomas para así estar alerta ante una posible variación auditiva, por ejemplo:

- Dificultad para entender conversaciones en nuestro entorno.

- Pedir que repitan lo que se dijo con mayor frecuencia.

- Subir volumen a la televisión o radio, generando molestias en nuestro entorno familiar.

- Sensación de que las personas no hablan bien o “murmuran”.

- Evitar reuniones sociales porque no entienden las conversaciones.

- Entre otras.

Por ende, la pérdida auditiva es un desafío creciente en un mundo que envejece, y su impacto va más allá de la capacidad de oír. Es de suma importancia que personas mayores de 60 años puedan acceder a evaluaciones auditivas periódicas, con el objetivo de detectar variaciones auditivas lo antes posible o incluso realizar este procedimiento con el objetivo de entregar cierta educación en cuanto a los cuidados de nuestros oídos y/o educación a nuestro entorno familiar.