Todos recordamos nuestra adolescencia como un momento en la formación de nuestra personalidad en todo ámbito. Temas como la sexualidad, los cambios físicos, afectivos de intereses personales y vocacionales van progresivamente construyendo nuestro camino hacia la adultez. Pero esta construcción no lo hacemos de forma individual. Nuestro entorno y, pero sobre todo la educación, cumplen un rol clave (y en ocasiones hegemónico) en todo este proceso. Sin embargo, pareciera que en los niños y adolescentes con discapacidad no está sucediendo lo mismo.
En Chile, alrededor del 5,8% de los niños, niñas y adolescentes (NNA) presentan alguna condición de discapacidad. Esta cifra representa poco más de 229 mil personas aproximadamente. La distribución de la prevalencia, al igual que en la población adulta, no se comporta de modo homogénea conforme a los quintiles de ingreso autónomo per cápita del hogar. Es así que en los dos primeros quintiles, esta prevalencia se encuentra significativamente mayor que en los sectores más favorecidos. Por ende, el entorno socioeconómico aparece como un determinante social de las personas con discapacidad.
Si bien un logro muy importante en las políticas públicas en la última década es el aumento de NNA que asisten a un establecimiento educacional (96%), no todos ellos asisten a una educación inclusiva en conjunto a sus pares sin discapacidad. Según datos de la última Encuesta Nacional de Discapacidad (2015), en la Educación media (llamada secundaria en otros países de América Latina) un número importante de NNA son derivados hacia el sistema de Educación Especial. Por otra parte, quienes permanecen en el sistema de Educación Media, su presencia en las aulas es significativamente escasa, alcanzado apenas un 50% de asistencia neta, en contraste con un 82% de sus pares sin discapacidad. Esto lamentablemente ha generado como consecuencia que 4 de cada 5 de los adultos con discapacidad no puedan acreditar educación media completa.
Las causas de abandono del sistema de inclusión educativa o su pobre asistencia neta en ella poseen múltiples causas. La falta de competencias en las comunidades escolares para acoger a NNA con discapacidad (o necesidades educativas especiales) es particularmente alarmante en las diversas comunidades educativas. Otro aspecto es la falta de asistencia personal que 1 de cada 5 NNA manifiesta requerir de forma básica o adicional para su inclusión. Un tercer punto continúa siendo la falta de articulación de políticas públicas y apoyos para familias y cuidadores de estos NNA.
Pese a todo, los establecimientos educacionales cuentan con grandes desafíos de acceso y retención de NNA al interior del sistema de educación media. En primer lugar, es importante fortalecer los aportes económicos y estructura de los Proyectos de Integración Escolar (PIE), de modo que los establecimientos no sólo puedan acoger a estos estudiantes, sino que además transiten hacia una educación inclusiva, tal y como establece la Convención de Derechos de las Personas con Discapacidad. En segundo lugar, los equipos directivos deben comprender e interiorizarse que la inclusión de NNA con discapacidad no se resume sólo a la construcción de un currículo accesible. Es clave dotar a las comunidades de herramientas que fortalezcan un clima escolar inclusivo, la educación sexual y prevención del abuso con la especificidad adecuada para todos ellos y ellas. También la construcción de espacios extracurriculares en donde también ellos y ellas puedan ser incorporados (sobre todo deporte y cultura). Especial atención debe contar la Educación Técnico-Profesional, pues muchos de estos niños y niñas pueden adquirir oficios o competencias que les permitirán incluirse laboralmente al egresar del sistema educativo.
Sólo bajo esta mirada comunitaria, los NNA con discapacidad y sus familias podrán distinguir en el espacio educativo un ámbito de sus vidas en donde pueden desarrollarse como personas y construir el proyecto vocacional necesario para vivir una adultez con autonomía e independencia.